Nuestra vida continúa.

Nuestra vida continúa en aquellos que nacen de nosotros. Tal es la revelación que acontece cuando consideramos lo real en su dimensión recreadora, naciente y fecunda. La vida de un ser infecundo transcurre entre su nacimiento o inicio y su muerte o final. La vida de un ser fecundo hace del nacimiento y la muerte el necesario hiato, la necesaria quiebra o fisura requerida para el renacer. Pues de eso se trata: nacemos para renacer. En tanto nuestra vida continúa en aquellos que nacen de nosotros, hay que que añadir lo siguiente: nosotros somos la continuación de nuestros antecesores en la medida en que ellos son un porvenir. Nosotros somos su porvenir. Pero ese porvenir se cumple si, a su vez, se abre a un nuevo futuro.

"De esta manera, en efecto, se conserva todo lo mortal, no por ser siempre completamente lo mismo, como lo divino, sino porque lo que se marcha y está ya envejecido deja en su lugar otra cosa nueva semejante a lo que era; por este procedimiento, Sócrates, lo mortal participa de la inmortalidad, tanto en el cuerpo como en todo lo demás (...)".
                                                                                                               Platón. El Banquete.

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