La vida no se detiene en el ayer.
Una vida nueva que nace de otra vida, un hijo, es tiempo naciente que brota del pasado en lo que éste tiene de semilla y porvenir. Un hijo es tiempo naciente que ha de ser acogido y cuidado para, una vez llegado a su madurez, verlo partir. Como una flecha lanzada hacia lo desconocido.
De ese tiempo naciente que brota de las entrañas del tiempo mismo y que se lanza hacia el futuro desconocido, de los hijos, nos hablan unos versos de Jalil Gibran que recordamos aquí. Hoy los leemos porque queremos volver a escuchar lo que tienen que decirnos. Los encontrarás en su obra “El profeta”:
"Una mujer que estrechaba una criatura contra su seno se acercó y dijo: Háblanos de los hijos.
Y él respondió:
Vuestros hijos no son vuestros hijos.
Son los hijos y las hijas del anhelo de la Vida,
ansiosa por perpetuarse.
Por medio de vosotros se conciben, mas no de vosotros.
Y aunque estén a vuestro lado, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor; no vuestros pensamientos: porque ellos tienen sus propios pensamientos.
Podéis albergar sus cuerpos; no sus almas: porque sus almas habitan en la casa del futuro, cerrada para vosotros, cerrada incluso para vuestros sueños.
Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no tratéis de hacerlos como vosotros: porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.
Sois el arco desde el que vuestros hijos son disparados como flechas vivientes hacia lo lejos.
El Arquero es quien ve el blanco en el camino del infinito, y quien os doblega con Su poder para que Su flecha vaya rauda y lejos. Dejad que vuestra tensión en manos del arquero se moldee alegremente. Porque así como Él ama la flecha que vuela, así ama también el arco que se tensa".
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