Galeano, la Pachamama y el retorno infinito

Hay personas que cuando mueren no vuelven jamás. Se van de forma definitiva, sin dejar apenas rastro. Sin embargo hay otras que cuando mueren, no dejan de regresar. Retornan con una insistencia firme, sin mezclarse indebidamente con el presente, pero sin dejar de anunciarse en él. Se han ido, desde luego, pero para convertirse en protagonistas de un retorno infinito. Delicados y pudorosos con el presente, no dejan de insinuarse en sus orillas mediante las formas más diversas: el presentimiento, la rememoranza, la sugerencia, el ejemplo, la novedad. Cuanto fueron no deja de ser. Y no deja de ser cada vez más.

Galeano ¿será uno de ellos? ¿Pertenecerá desde ahora, tras el anuncio de su fallecimiento, a esa legión demónica de ángeles tutelares, a ese coro interminable de los que están por renacer? Ellos acompañan al presente recordándole que no está solo, ni definitivamente hecho, sino abierto a un futuro desconocido que nace de su encuentro.

¿Será Galeano uno de ellos? Tal vez la respuesta esté en sus textos. Leámoslos una vez más.

"En el altiplano andino, mama es la Virgen y mama son la tierra y el tiempo. Se enoja la tierra, la madre tierra, la Pachamama, si alguien bebe sin convidarla. Cuando ella tiene mucha sed, rompe la vasija y la derrama. A ella se ofrece la placenta del recién nacido, enterrándola entre las flores, para que viva el niño; y para que viva el amor, los amantes entierran cabellos anudados. La diosa tierra recoge en sus brazos a los cansados y a los rotos, que de ella han brotado, y se abre para darles refugio al fin del viaje. Desde debajo de la tierra, los muertos la florecen".

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