La Filosofía tiene el poder de renacer.

Encontramos en la Filosofía, aunque no en exclusiva, un poder que nos parece del máximo interés para lograr una vida vivida con sentido y plenitud: el poder de renacer. En efecto, la filosofía tiene el poder de renacer. ¿Qué sentido podemos dar a una afirmación como ésta? Para acercarnos a la respuesta, observemos la relación entre la filosofía y su pasado.

La relación que la filosofía guarda con su pasado no consiste en traer al presente la memoria de sus antiguas obras, entendidas como restos de algo que ya no es nada.  La filosofía tiene el poder de recordar activamente su pasado en el siguiente sentido: es capaz de recrearlo y reinterpretarlo mediante la creación de una nueva obra, distinta de la primera, en la que sin embargo ésta insiste y resucita en su virtualidad. La nueva obra trae a presencia en su fecundidad, aquello que ya fue. Y de ese modo, aquello que ya fue, renace en la obra en tanto posibilidad y futuro.

En consecuencia, la palabra filosófica es capaz de generar otra, distinta de la primera, en la que sin embargo aquella insiste en su poder de recreación y fecundidad. La palabra filosófica tiene el poder de superarse a sí misma y engendrar, por encima de su limitación, una nueva palabra en la que la antigua renace en su potencia de futuro. Éste es el sentido de la expresión “la filosofía tiene el poder de renacer”. 

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