Nuestra vida no comienza con su inicio ni termina con su final. En la medida en que uno mismo es continuación de aquellos de los que nace, de sus progenitores y antecesores, el comienzo de nuestra vida es un retomar el legado de esas vidas pasadas en lo que ellas tienen de posibilidad, futuro y porvenir, siendo nuestra vida precisamente su posibilidad de futuro y porvenir. En la medida en que uno mismo perdura en aquello que nace de sí, en sus obras, sus sucesores, sus descendientes, el final de nuestra vida es un confiado entregarse a su continuidad desconocida. Por estas razones nuestra vida no comienza con su inicio ni termina con su final. Inicio y final son, más bien, dos aspectos inseparables de su renovación.