El discurso de la Serpiente
Tener una niña pequeña en casa me hace ver desde hace tiempo muchas series infantiles. Una de ellas es “El principito”, basada libremente en el personaje creado por Saint-Exupéry . Capítulo tras capítulo, el principito y su amigo el zorro luchan contra la Serpiente, que busca apoderarse de todos los planetas del Universo susurrando al oído de sus habitantes ideas negras, supuestamente razonables, pero siempre egoístas y rencorosas. La Serpiente aprovecha un momento de debilidad provocado por un revés en sus vidas para atraparlos en un discurso que, bajo la apariencia de estar justificado, acaba por perjudicarles a ellos y a los que los rodean. Y así es. Hay pensamientos que matan, discursos interiores que, traducidos en acciones equivocadas, enredan al sujeto en un círculo vicioso de resentimiento, autojustificación y dolor. Bajo la apariencia de un razonable “cuidado de si”, el protagonista acaba descuidándose a sí mismo, a los demás y a su entorno. El resultado es oscurida