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Mostrando entradas de octubre, 2012

Instrucciones para llevar una mala vida

Si lo que andas buscando es darte una mala vida, aunque ahora no pueda hacerme una idea clara de por qué, basta seguir estas sencillas reglas y lograrás tu objetivo. En primer lugar, para llevar una mala vida has de tratar a las personas como si fueran cosas, usándolas como medios para tus fines y sin considerarlas jamás en sí mismas, ni atender a lo que son más allá de tus proyectos y deseos. Con esto te aseguras tarde o temprano la soledad. En segundo lugar has de tratar a las cosas como si fueran personas, confundiendo lo que sólo otra persona puede ofrecerte con lo que las cosas te dan, cuidándolas y procurando tener sólo su compañía. Con esto te aseguras un espejismo de convivencia que tarde o temprano, cuando busques por descuido la mirada de otra persona y sólo encuentres los ojos vacíos de las cosas, te procurará la más profunda insatisfacción. Sigue esas dos sencillas reglas y poco a poco lograrás llevar verdaderamente una mala vida. Para mayor claridad, aquí están las re

El ser humano o la noche del mundo

"El hombre es esa noche, esa nada vacía, que lo contiene todo en su simplicidad: una riqueza de un número infinito de representaciones, de imágenes, de las que ninguna surge precisamente a su espíritu o que no siempre están presentes. Es la noche, la intimidad de la naturaleza lo que existe aquí: el Sí mismo puro. En torno a las representaciones fantásticas, reina la noche: surge entonces aquí una cabeza ensangrentada, allí una figura blanca; y desaparecen no menos bruscamente. Es esa noche lo que se contempla cuando se mira a un hombre en los ojos: se sumerge uno entonces en una noche que se hace terrible; es la noche del mundo lo que se encuentra entonces frente a nosotros. El poder de sacar de esa noche las imágenes o de dejarlas caer en ella, es el acto de ponerse a sí mismo, la conciencia interior, la acción, la escisión. Es a esa noche a donde se ha retirado el ser".                                                                                                     H

Cómo escapar (según un relato de Marguerite Yourcenar)

En ciertas circunstancias y acompañada de una cierta mirada, la realidad revela su dimensión áurea, indestructible y plena. Cualquiera de las cosas que la componen manifiesta una belleza para la cual no hay aliento y el más modesto rincón del mundo se descubre como un rincón del Edén. ¿Qué hacer ante tal acontecimiento? El anciano pintor Wang-Fô, en el relato de  Marguerite Yourcenar, sólo vive para dejar en el lienzo la imagen sagrada de las cosas. Su discípulo Ling sólo vive para servirle, agradecido por la mirada que su maestro le ha regalado, aunque incapaz de reconocer con ella a otros seres que le acompañan. Los poderosos del mundo, como el Emperador, sienten ante tal acontecimiento la mentira de su poder y la verdad de su debilidad. El esplendor de la realidad despierta en ellos resentimiento. El dueño del mundo lo es de una sombra y todo su poder es inútil para acceder a aquello que verdaderamente lo merece, la realidad en su plenitud. ¿Cuál es su respuesta? Hace lo único

Ejercicio resuelto sobre un texto de Platón

Texto de Platón: “—Dirijámonos desde luego a esas cosas de que hablamos antes (…), la igualdad, la belleza, la bondad y todas las existencias esenciales, ¿experimentan a veces algún cambio, por pequeño que sea, o cada una de ellas, siendo pura y simple, subsiste siempre la misma en sí, sin experimentar nunca la menor alteración, ni la menor mudanza? —Es necesariamente preciso que ellas subsistan siempre las mismas sin mudar jamás. —Y todas las demás cosas, repuso Sócrates, hombres, caballos, trajes, muebles y tantas otras de la misma naturaleza, ¿quedan siempre las mismas, o son enteramente opuestas a las primeras, en cuanto no subsisten siempre en el mismo estado, ni con relación a sí mismas, ni con relación a los demás? —No subsisten nunca las mismas, respondió Cebes. —Ahora bien; estas cosas tú las puedes ver, tocar, percibir por cualquier sentido; mientras que las primeras, que son siempre las mismas, no pueden ser comprendidas sino por el pensamiento, porque son inm

¿Qué quiere realmente la mujer?

El pasado mes de Junio celebramos un café filosófico en el que se leyó y comentó un conocido cuento que dice así: "El joven rey Arturo fue sorprendido y apresado por el monarca del reino vecino mientras cazaba furtivamente en sus bosques. El rey pudo haberlo matado en el acto, pues tal era el castigo para quienes violaban las leyes de su reino, pero se conmovió ante la juventud y la simpatía de Arturo y le ofreció la libertad, siempre y cuando en el plazo de un año hallara la respuesta a una pregunta: ¿qué quiere realmente la mujer? Semejante pregunta dejó perplejo al joven Arturo. Le pareció imposible contestarla pero, con todo, aquello era mejor que morir ahorcado, de modo que regresó a su reino y empezó a interrogar a la princesa, a la reina, a los monjes, a las prostitutas, a los sabios, al bufón de la corte… pero nadie le pudo dar una respuesta convincente. Sin embargo todos le aconsejaron que consultara a la vieja bruja, pues solo ella sabría la respuesta. El precio