Las etapas de la vida.
Solemos entender nuestra vida como una sucesión de etapas que se siguen las unas a las otras. Al nacimiento le sigue la infancia, a ésta la juventud y tras ella llegan la madurez y la vejez. Sin embargo, nuestra vida no sólo es sucesión, porque en cada una de sus etapas cierto tema vuelve a ser de nuevo planteado, ocurriendo que cada etapa se singulariza y diferencia de las demás por el modo de afrontar y responder a ese mismo tema, con sus desafíos y sus retos. Con su replanteamiento, ese tema va adquiriendo determinaciones propias que revelan su riqueza inagotable. En este sentido, nuestra vida no es sólo sucesión de las etapas que la constituyen (infancia, juventud, madurez, vejez), sino variación de un cierto tema que renace en cada una de ellas, insistiendo en ser y revelando en cada variación nuevos aspectos y determinaciones.
¿Podríamos indicar en qué consiste ese tema que vuelve una y otra vez en cada una de las etapas de la vida, ofreciéndo la posibilidad de una determinación propia? De modo tentativo querríamos nombrarlo con la expresión "ir naciendo". Cada etapa de la vida en su diferencia afrontaría a su modo el mismo y singular fenómeno del ir naciendo. Ahora bien ¿qué podemos entender por tal fenómeno? De modo muy general consiste en el distinguirse algo de otra cosa con la cual sigue manteniendo una relación. A la luz de esta consideración podemos recorrer brevemente las etapas de la vida, no atendiendo sólo a su sucesión, sino a la diversa respuesta que en cada una de ellas se da al único y mismo fenómeno que insiste en su variación: el ir naciendo.
Y así, habiendo de nacer, el aún no nacido deja el mundo en el que estaba, oscuro y plácido, para nacer al otro, al mundo de su infancia, y a ese ir naciendo el niño responde con el juego. El infante juega, y jugando, un día, en su ir naciendo deja el mundo de la infancia para nacer al de la juventud. Juventud como lejanía de la niñez y extrañeza, pero también afán de exploración y de aventura. El joven explora, se aventura. Y jugando, explorando y aventurándose, un día su ir naciendo le lleva a la madurez. El adulto responde a ella con la creación. Es el tiempo de las obras, los proyectos, los empeños. Es el cuadro, la escultura, la novela, la casa, la profesión, el hijo. Pero el ir naciendo insiste en ser. El adulto juega, explora y se aventura, crea. Y un día, jugando, explorando, aventurándose y creando, sigue naciendo y lo hace a la vejez. Atrás van quedando poco a poco las obras y los proyectos. Y el anciano responde a su ir naciendo, tal vez, con un cierto saber acerca de su propia identidad, acerca de quién es aquel que va naciendo, mientras el ir naciendo le lleva en volandas hacia un enigma al que muchos llaman "morir". Pero ¿qué significará morir, cuando el ir naciendo renace de sí mismo en cada etapa de la vida? Y ¿qué significará el fin de algo que tiene en sí mismo su propio término? El fin o el morir, el no saber a dónde uno va, el advertir que nadie lo sabe, el saber que ser muriente es un ir sin saber hacia dónde, como el niño que va naciendo de las entrañas de la madre, como el anciano que, convertido en semilla de sí mismo, se lanza hacia un nacimiento eterno...
Comentarios
Hablo en nombre de Jose Soto (yo) Jose Serrano y Adrian Saiz
Macarena, Beatriz, Jennifer, Teresa.
miriam romero
david sanchez
irene valiente
FELIX
P.S, N.S, A.S, E.L
En el video compara el nacimiento de un bebé con la muerte de una persona que tiene miedo a lo que pueda haber despues de la vida.
La respuesta del anciano es que si solo caminaramos sobre lo conocido nos perderiamos un monton de cosas.
N.O, A.P, N.R, S.R
1ºBto D, Estefanía, Laura, Diana y María M.
Alberto, Javier y Cristina's.