Notas sobre un texto de Eugenio Trías acerca de Dios
Eugenio Trías (foto de Joan Sánchez) |
“Dios
no es ya, por otra parte, Sustancia Una que deja como saldo
irresoluble, las antinomias parmenídico-platónicas de lo Uno y de
lo Múltiplo o de lo Uno y de la entidad, sino que es, en su
naturaleza misma, diferencia, escisión consigo mismo, autodesgarro,
la cual diferencia funda un orden dual -de separación, de abandono,
de vació, de dolor, de odio- que sólo en la tercera figura, el
espíritu de amor, alcanza, en pura insistencia en el elemento
diferencial, su conciliación, su Versöhnung” (TP, pág.
60).
El
“Tratado de la pasión”, tal como escribe Trías en sus primeras
líneas, pretende concebir la pasión como Idea nuclear desde la cual
comprender la realidad. Desde "Los límites del mundo" será la Idea de Límite
la que, de piedra desechada por la tradición, pasará a ser sin
embargo piedra angular de su obra. Y en un texto posterior,
“Pensar la religión”, escribirá también sobre el Dios del
Límite.
¿Es
la Idea de Límite el modo en el que Trías recrea y varía
singularmente el tema de la Diferencia, central en gran parte del
pensamiento contemporáneo? ¿Es la Idea de Diferencia o Límite la
puerta magna para el planteamiento de lo divino en nuestro presente?
Aquí simplemente planteamos estas preguntas y señalamos tres puntos
presentes en el texto citado que nos ayudan a vislumbrar la
arquitectura implícita en varias de las obras de Trías.
En
ellas se trata de 1) una diferencia que, referida a sí misma, y por
tanto autodesgarrada y escindida 2) abre un orden de separación,
distancia e irreductibilidad 3) cuya conciliación se alcanza en la
renovada insistencia en el elemento diferencial.
Y
de este modo, partiendo de un orden de experiencia determinado, como
la filosofía y su sombra, lo bello y lo siniestro, el ser y la nada,
uno y sí mismo, lo manifiesto y lo replegado en sí, etc, (punto 2),
el texto filosófico propicia un alzado a la razón o logos inscrito
en tal orden, es decir, al límite o diferencia intrínseca (punto 1)
a la luz del cual y desde cuyo movimiento propio (ser sí mismo en
el puro diferenciarse de sí) se recrea el orden de fenómenos de
partida como variaciones diferenciadas de lo mismo (punto 3).
¿Será
el filosofar, según todo esto, un regresar a la caverna platónica
después de liberarse de sus cadenas y haber visto el Sol, para retornar incesantemente a las sombras, acompañado de su luz? Esta posibilidad nos trae un recuerdo: aquella definición que Eugenio Trias hace de sí mismo según la cual no es sino un "exorcista ilustrado"...
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