La sacerdotisa Diotima y la realidad
Una lectura de los
pasajes del Banquete de Platón en los que Sócrates es instruido por
la sacerdotisa Diotima en los asuntos de Eros, nos ha sugerido un
cierto mapa de la realidad que vamos a esbozar a continuación. Según
este mapa, que no intenta resumir el texto platónico, sino dejarse
llevar por él, la realidad estaría constituída por tres tipos de
seres. El criterio que los distinguiría sería su relación con el
inico y el fin, con el nacer y el perecer.
1) En primer lugar
tenemos a los seres inmortales, definidos por ser idénticos a sí
mismos. Siempre en igualdad consigo, carecen de inicio y de fin, de
nacimiento y de muerte. Los seres inmortales son siempre lo que son.
2) En segundo lugar
tenemos a los seres mortales, aquellos que respecto al inicio y al
fin, al nacer y al morir, no les sucede como a los inmortales, que
carecen de ellos, sino que los poseen hasta el punto de constituir su
definición, de modo que nacen y mueren, empiezan a ser y dejan de
ser, tienen un inicio y un fin.
3) En tercer lugar
tenemos a los seres intermedios, limítrofes y medianeros, démones
que, situados entre los inmortales y los mortales, llenan el espacio
que hay entre ambos poniéndolos en comunicación y haciendo de lo
real un continuo unido consigo mismo. Respecto al inicio y al fin, al
nacer y al perecer, estos seres intermedios no carecen de ellos al
modo de los seres inmortales, pero tampoco los poseen a la manera de
los mortales, sino de otro modo. ¿Cómo entender ese "otro
modo"? Lo llamaremos... incesante. Nacen, pero una multitud de
veces. Mueren, pero una infinidad de ocasiones, siendo esa multitud
de ocasiones y esa infinidad de veces una diversidad sin número. Así
le sucede por ejemplo a Eros, de quien Diotima dice:
"No es por naturaleza ni inmortal ni mortal, sino que en el mismo día unas veces florece y vive, cuando está en la abundancia, y otras muere, pero recobra la vida de nuevo gracias a la naturaleza de su padre. Mas lo que consigue siempre se le escapa, de suerte que Eros nunca ni está falto de recursos ni es rico, y está, además, en el medio de la sabiduría y la ignorancia".
Otros seres intermedios,
en otros lugares y tiempos, comparten esta singular condición. Así
le sucede, por ejemplo, a Hamlet, naciendo cada vez que se inicia la
obra teatral en la que se despliega su vida, y muriendo cuando ésta
llega a su fin, sin dejar de nacer y de morir allí donde se
representa incesante el argumento que guarda su destino.
Así le sucede también
al ingenioso hidalgo Don Quijote cada vez que abrimos las primeras
páginas del libro donde se cuentan sus aventuras y comenzamos de nuevo a leer: "En un lugar de
la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que (...)".
Y también les sucede a
otros muchos seres que, desprendiéndose de la sucesión temporal,
alcanzan a revelar su pertenencia a la estirpe de Eros. En ellos
insiste un modo singular de temporalidad, un tipo específico de ser,
revelado por Diotima a Sócrates en el texto de Platón, distinto del
propio de los mortales y de los inmortales.
Pero ante estas
consideraciones no podemos dejar de preguntarnos lo siguiente. En el
caso de Platón ¿qué tipo de ser es el suyo? ¿Está limitado sin
más a un nacimiento y a una muerte? ¿O comparte la naturaleza
demónica de Eros, renaciendo cada vez que sus textos son leídos,
discutidos, aclamados o enmendados, floreciendo y viviendo allí
donde se habla de él, y muriendo cuando es olvidado? Y la pregunta
por Platón incumbe a cualquier otro. Ante ese mapa de la realidad,
con sus tres tipos de seres ¿cuál es nuestro lugar en él? En tanto
individuos, nuestra suerte está echada, porque el individuo se
define por su muerte siempre futura. Pero en tanto personas, es
decir, máscaras singulares a través de las cuales resuena una voz
que tal vez es la de lo incesante... ¿qué tipo de realidad nos
define? Pensémoslo un momento antes de contestar.
Comentarios